Año 54: Primera declaración registrada en defensa de los derechos sexuales.

Hoy día es habitual encontrar en los periódicos noticias relacionadas con la “servidumbre sexual” de mujeres para con hombre. En el fondo esto es muestra de un buen progreso social sobre el asunto, puesto que hace años ni siquiera sería considerada noticia de interés cualquier abuso del varón sobre la mujer. En todo caso, lo contrario: que la mujer pretendiese ir más allá de lo que requiriese sexualmente su pareja. Y bueno, el que un hombre defendiese el derecho de la mujer a “quedar satisfecha sexualmente” ya sería considerado el “colmo” de la provocación. Aún más si esa defensa proviniese de un hombre religioso.

Pues bien, hace ya casi 2.000 años que un “hombre” (Pablo de Tarso) pedía tanto a esposos como a esposas que mantuviesen las relaciones sexuales cuando el otro cónyuge lo requiriese. Sin discriminación: Tanto si el “apetito” le venía al varón como a la mujer, ahí debía estar el cónyuge dispuesto y con buen talante para satisfacerlo.

He aquí la respuesta que da Pablo a los Corintios en relación al tema:

“El marido cumpla con la mujer el deber conyugal,  y asimismo la mujer con el marido.  La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo,  sino el marido;  ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo,  sino la mujer. No os neguéis el uno al otro,  a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento,  para ocuparos sosegadamente en la oración;  y volved a juntaros en uno,  para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia".
(1ª de Coríntios 7:3-5)

Cierto que antes de dar ese mandato, en el versículo 1, Pablo expone su opinión de que “bueno le sería al hombre no tocar mujer”. Y esto podría parecer contradictorio con lo que poco después escribe en el sentido de que se den mutua satisfacción los cónyuges cuando el apetito sexual aflora. Pero no. En realidad Pablo se muestra coherente cien por cien. Intento explicarme:

Opino, que cuando afirma que “bueno le sería al hombre no tocar mujer” está pensando en las consecuencias negativas provenientes de una sexualidad desordenada. Esa que acarrea hijos no deseados, cuando no son abortados o asesinados a poco de nacer. Esa que también origina celos, infidelidades, enfermedades venéreas, etc.

Y es justo porque en su ánimo está el evitar esa serie de consecuencias indeseables, tanto para los individuos como para las sociedades, es por lo que prescribe que los cónyuges se den satisfacción mutua. Porque Pablo no tiene un pelo de tondo y sabe que la sexualidad forma parte de la naturaleza humana, e ignorarlo sería la mayor muestra de imbecilidad que podría darnos. ¿Cómo podría Pablo ni nadie en su sano juicio estar en contra de esa necesidad tan natural como necesaria para la supervivencia de nuestra especie;  además de placentera  y saludable? (Bueno, saludable  cuando no se desquicia su práctica y acaba dominando a las personas y convirtiéndose en verdadero origen de las nefastas consecuencias que he comentado más arriba).

Así, pues, la intención de Pablo es que la especie siga reproduciéndose, las personas sigan gozando del sexo, y que esta práctica no suponga perjuicios personales ni sociales. Por eso aconseja (más bien prescribe), que esa necesidad biológica se canalice de la mejor y más satisfactoria manera  posible. Y según la concepción bíblica, que comparto 100%, esa mejor forma de canalizar el apetito sexual es a través del compromiso matrimonial y de la mutua entrega cada vez que “la naturaleza precise satisfacción”, provenga la necesidad de cualquiera de los cónyuges, sea el varón o la mujer.

Quizás alguno poco conocedor de la Biblia se haya sorprendido porque “el libro Sagrado” incluya normas tan “poco Santas” según la concepción de los que consideran al sexo como un “mal necesario”. Pero es que en la naturaleza pocas cosas que son necesarias son malas (creo que ninguna). Somos los humanos los que desquiciamos el buen orden natural, por lo que es de agradecer a Pablo que deje las cosas claras en este asunto considerado “tabú” por tanta gente religiosa, pero poco conocedora de la Biblia.